Reflexión ante los pálpitos
de la cultura en La Laguna
Salomón Atiyhe Estrada.
De entrada, es necesario amparar mis palabras con la auténtica creencia de que la crítica es como la vacuna, sirve para prevenir el mal, o como dicen los comerciantes, “las críticas son invitaciones a mejorar el servicio”. Marcuse decía que cuando se crítica a los malos gobiernos, éstos son los que salen ganando porque les hacemos ver sus errores y tienen la oportunidad de corregirlos. V.I. Lenin, dijo: cuando se trata de combatir a un mal gobierno no le pidan lo que pueden dar, porque se los va a dar y éste se luce, pídanle lo que no pueden dar para que se exhiba. ¡Vaya, estrategia de lucha!
En el ambiente de la administración cultural hay quien no soporta la crítica y de alguna u otra manera intenta frenarla o aplicar la ley ‘mordaza’ para centralizar la información a su conveniencia. Peor cuando ante la inexistencia de un real proyecto cultural matrimoniado con la realidad, el grupo frente al mando se considera culto, y es a menudo sobre todo pedante, pretende imponer ciertos valores con aire de elucubración cerebral para combatir lo que nos aflige en el momento actual: la inseguridad, el desempleo, la marginación, los violentadores… Aun cuando nos resulte, todavía, ilegible el cómo. Mientras, la comunidad cultural lagunera continúa fiel a lo que nos resulta, todavía, legible. O sea, todo lo que despierte la sensibilidad estimulando de paso nuestra imaginación.
Durante años, la Dirección Municipal de Cultura de Torreón, se mantuvo en la vetusta casa de la Colón y Matamoros, totalmente inapropiada, daba la sensación de una buhardilla de baratijas, de sueños mentolados; siempre protestamos pero había que hacerle el favor de pagar una renta a un familiar de Martín Borque… En fin, la imagen de la cultura no importaba a los alcaldes de esa época aciaga, pantanosa y lastimera; con bajos presupuestos se hacía lo que se podía hacer; una época donde los creadores artísticos acababan patrocinando a la cultura en la presentación de eventos, porque lo hacían sin cobrar y a veces cobrando cantidades irrisorias: los teatreros, los músicos, los artistas plásticos exponiendo su material al aire libre, pero lograban grandes públicos como en el ‘Jardín del Arte’ que deambulaba por La Alameda, La Plaza de Armas, La plaza de la Tortuga, La Calzada Colón…
Ahí, en esa casa, continuaron las administraciones de Jorge Zermeño Infante (Gaby Nava), de Guillermo Anaya Llamas (Alberto González Domene), Salomón Juan Marcos (Margara Garza), José Ángel Pérez Hernández (Gaby Nava), Eduardo Olmos Castro (Norma González Córdova y Jaime Muñoz Vargas). Ahora, con la terminación del edificio de la nueva Presidencia Municipal, Ing. Miguel Ángel Riquelme Solís (Renata Chapa), Cultura y Educación, ocupa el Primer piso, me pareció totalmente desangelado, insensible, kafkiano, centro de culto a la santa burocracia.
¡Qué bueno que abandonaron la antigua oficina! Pero hubieran optado por un edificio más emblemático, algo así como la antigua escuela Amado Nervo y no algo que etiqueta de inmediato con la burocracia. Y menos si se intenta abandonar la figura de Dirección Municipal de Cultura para migrar a la de Instituto Municipal de Cultura y Educación (Parece que esta palabra ‘Educación’ les cayó de matinée, pues en la actual nómina aparecen directores, subdirectores, coordinadores, jefes, terapeutas de residencia y ya solicitan un psicólogo, todos muy bien pagados), para atender Las Veredas del Paseo Colón, diseñadas por manejadores de imagen.
Si atendemos un poco, la naturaleza compacta del discurso: aglutinación de recursos (ahora si hay presupuesto), ideas innovadoras y procedimientos de investigación científica y tecnológica, esta nueva administración de la cultura, que ve a los creadores de arte como entes apolillados, va mucho más lejos, hasta el desmenuzado panorama de un pueblo trabado en una violenta situación de inseguridad con su tejido social roto en mil pedazos, superstición y la vida que transcurre atragantándose mientras los cacicazgos socarrones de la malicia, la sangre y el fuego imperan y no hace falta discernimiento para entenderlo.
Es el momento de la Cumbia para que el pueblo sienta la alegría de bailar como en Medellín, Colombia o en las favelas de Brasil. El momento histórico del mariachi coloquial que se consigue en la cantina La Gota de Uva de la Matamoros y Múzquiz, para inaugurar una concepción formal y expresiva de la sinfonía, como género básico o medular para la música de concierto de un mariachi de Torreón.
Pero esto no lo entienden los que integran la comunidad cultural, los eternos mecenas de la cultura, no tienen esa poderosa facultad imaginativa de concentración, los territorios conceptuales y arquitectónicos de los creadores y la actual administración cultural no compaginan; quizá porque no conocen el Nuevo Proyecto Cultural para Torreón… Entonces, se requiere de una CONFRONTACIÓN EN UN FORO LIBRE DE LA CULTURA.
Si los artistas independientes de las notables tensiones que animan el ambiente, con sus observaciones comprueban que hay fuerzas de sobra para organizar intercambios beneficiosos de ideas, que se dé, de otra manera es imposible que desaparezcan las discrepancias; los críticos no pueden permanecer anodinos, por eso es necesario que se establezca un diálogo, una polémica que acabe de una vez por todas con el pleito abierto, al grado que en una carta dirigida al gobernador Rubén Moreira (¿?), le solicitan la destitución de Renata Chapa.
La palabra Confrontación quiere decir poner una cosa frente a la otra, cotejar, pero también conciliar, establecer la conformidad natural entre personas y cosas.
Si no se da la presentación de un Proyecto adecuado, las cábalas y las capillas de intelectuales que defienden la ‘chuleta’ seguirán enredados en dimes y diretes entre las conciencias modernas que han entendido que la corrupción obliga a ensuciarse y llevar la suciedad a donde suele llevarse: el inconsciente, la hipocresía, la persecución de los otros, el cinismo. (En pleno uso de la libertad de expresión).
Continuará…
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